domingo, 25 de marzo de 2007

A 31 AÑOS DE LA ULTIMA DICTADURA MILITAR

El filósofo José Pablo Feinmann publica los domingos en Página 12 un suplemento que introduce al lector al saber de los saberes. Hoy en su clase 45 titulada: CONCLUSIONES CONCLUSIVAS SOBRE MICHEL FOUCAULT hace el siguiente razonamiento:

El hombre vive, y vive aunque more en el mas ínfimo socavón de las hiperdeterminaciones de la urdimbre histórica, ahí lo vamos a encontrar y ahí vamos a poder decidir si es inocente o culpable. Porque ahí es, ilevantablemente, El. Ahí es, sin excusa alguna, libre. De lo contrario, incluso Videla o Pinochet serían inocentes. Este resto último de libertad que reclamamos para el hombre no es, como dirían los estructuralistas o los post, nuestra neurosis teórica por encontrarlo, en algún lugar o momento, libre. Porque no hacemos de esa libertad una libertad constituyente ni totalizadora. Los hombres tienen que poder ser responsables de sus actos. Es cierto que he escrito páginas sobre la existencia-destino. Es cierto que un niño que sufre hambre, se desmaya en el aula del colegio por raquitismo o crece sin amor ( está probado que un niño que no recibe afecto o amor no sabe luego como entregarlo) está condenado frente a otro que va a colegios privados y se alimenta bien. Esa existencia tiene una esencia que la precede: las condiciones concretas de la materialidad en que surgió. Pero si no queremos caer en un relativismo moral que sólo podría beneficiar a los asesinos, a los genocidas, a los carniceros y canallas de este mundo poblado de ellos, tenemos que plantear ontológicamente la libertad última, irreductible de todo sujeto.

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