domingo, 18 de marzo de 2007

NO QUISIERA EXAGERAR

Después de una semana cargada por la mochila que cada uno lleva con mas o menos peso, algo me trajo a Capilla del Monte. Domingo a la mañana, mientras tomaba un café y manducaba unas galletitas que aseguran la felicidad porque no producen "tránsito lento", tomé la decisión. No había pensado en venir hasta donde estoy ahora escribiendo estas sensaciones.
Micro que para hasta en lugares que no existen, demora en conseguir un lugar donde pasar la noche, un par de razones que serían suficientes para que el humor no fuera óptimo al llegar.
Después el famoso Zapato, escrito por gente que pretende quedar inmortalizada y lo logra por las puteadas que recibirán todas sus degeneraciones. El paredón del Lago con las compuertas abiertas, el ruidito del agua, para completar la jornada imprevistamente al pie del Uritorco.
Hacía 20 añitos que no venía y tenía ganas de hacerlo. Cómo explicar que la gente camina sin apuro, que se detiene en la despedida del sol hasta mañana, que se mira a los ojos aunque estén perdidos en algún pensamiento, que habla de cuerpo físico y de cuerpo espiritual, de estar en el sistema y de salir. Aunque resulté obvio y compré un amuleto con forma de enano, me di cuenta que estaba lejos de sentir lo que acá se siente. Respiré hondo. Una, dos, tres veces hasta que aparecieron las tareas que tengo mañana. Estoy lejos. Muy lejos. Sin exagerar.

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