jueves, 8 de noviembre de 2007

PAN AMARGO

Las fiestas de fin de año me ponen triste. O de mal humor.
En primer lugar, odio las obligaciones cotidianas, rutinarias. En segundo tercer cuarto quinto lugar odio más que nada en el mundo aquellas que se ven venir con semejante anticipación. Un año de anticipación. Dos meses de anticipación. No sé si quiero festejar el 25. No sé si quiero servirme espumante de mondongo para hacer chin chin con la abuela el 31. No sé si quiero encuentros familiares. No sé si quiero pedir los deseos. No sé qué deseos pedir.
Hoy fui al súper. Encontré en una góndola los primeros panes dulces.
Caí en la cuenta que se acercan las fiestas de fin de año.
Caí en la cuenta que se acerca una profunda melancolía abrillantada.

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