martes, 8 de julio de 2008

LALOLA Y LALEY

La reunión televisada empezó más o menos en el horario previsto. Cuando llegaron los que tenían que estar, arrancaron. Con el correr del tiempo, la gente fue llegando al baile. Eso sí, cada cual jugando su juego.
En la reunión televisada abundaron los discursos recargados, los emotivos, los homenajes, los que buscaron el golpe bajo y los que sólo esperaban el aplauso de la nutrida concurrencia. O sea, los tribuneros.
Todos sabían perfectamente que la reunión era televisada y extensa por lo que se esforzaron en estar lindos frente a las cámaras. En el transcurso, los moderadores les daban la palabra y a veces les pedían que respetaran el tiempo asignado, otros se quejaban por eso, algunos gritaban su euforia, su alegría, otros su rabia perruna.
Era su momento, nadie podía negárselos en el show del ego. Las cámaras se empeñaban en mostrar las reacciones ante cada mensaje incómodo o las señales de aprobación. Algunos charlaban con el viento o tomaban algo, en evidente muestra de desinterés.
La reunión televisada tenía guardado un secreto a voces que tenía que ser revelado: Quién ganaría la votación?, se cumplirían los pronósticos especuladores?, se comprobaría la compra de voluntades?
La reunión televisada le dio lugar a la fiesta, a la algarabía exagerada, volaron los papelitos, abrazos, besos, todos a desnudar su júbilo cuando se conoció que LALOLA se había quedado con el Martín Fierro de Oro.

Eso fue el miércoles.
El sábado pasado hubo otra reunión televisada, esta vez en el Congreso de la Nación. También había un misterio con sobrecarga de actuación. El júbilo loco loco desenfundó cuando se conoció que LAS RETENCIONES MOVILES ganaban la dorada media sanción.
Los actores todavía festejan. Los de LALOLA.
Los del Congreso también.

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